lunes, 15 de diciembre de 2008
Discurso Norman Gutierrez
Este discurso nació por una necesidad mía de decir ciertas cosas, en la Licenciatura, para todos mis compañeros y amigos. Lamentablemente, por falta de tiempo no lo pudimos hacer, pero ya que varios me lo han pedido lo dejo íntegro aquí para que lo lean y reflexionen.Muy buenas tardes a todos los presentes. Un saludo cordial a nuestras autoridades, el señor Alcalde y nuestros concejales recientemente electos, a los directivos del liceo, nuestro director, jefe de unidad técnico pedagógica, inspectoría general y paradocentes, además de los profesores de esta gran institución, a mis queridos compañeros, ahora exalumnos; a sus padres y apoderados, y al público en general.Quiero comenzar con algo muy simple: quiero hablar de los sueños. Sueños que cada uno de nosotros tenemos. Sueños personales, aspiraciones de grandes logros que luego se transforman en proyectos de vida y que todos llevamos muy dentro. Porque a cada minuto, comenzamos y acabamos proyectos importantes, alimentando la vida como si se tratara de una narración fantástica y llena de magia. Personalmente pienso que esa construcción de la vida, haciendo realidad nuestros sueños, es lo que le da la magia, es (y debe ser) nuestro motor vital para hacer las cosas, y se ve representada en el sentimiento último del ser humano: la esperanza. Cuando entramos a este liceo, en sus febriles inicios el año dos mil tres, en la primera consolidación de sus logros el año dos mil cuatro, o –en mi caso- en el año dos mil cinco; veníamos enarbolando esa esperanza en nuestras manos. Veníamos con la ilusión, con el nerviosismo que siempre está en los descubrimientos; veníamos con la frente en alto de nuestros respectivos colegios y encontramos un obstáculo que salvar: crear educación de calidad desde los propios actores, sin el peso de la experiencia como en los liceos conocidos como emblemáticos. Y no fue una tarea fácil: requirió de esfuerzo y sacrificio permanente, largas jornadas de trabajo y estudio. Pero como estudiantes, supimos sobrellevarla. Porque siempre perseguimos nuestro sueño, teniéndolo como una estrella brillante en nuestro cielo. Y lo que más me alegra es que mi propio sueño, era muy parecido al de mis compañeros y amigos, y el sueño, con el paso del tiempo, se fue volviendo colectivo, persiguiendo por caminos distintos el mismo objetivo: ser hombres de bien, inteligentes y capaces para enfrentar cualquier desafío en la etapa adulta. Es el mismo sueño que tienen mis amigos músicos, mis amigos poetas y literatos, mis amigos deportistas, mis amigos dibujantes y arquitectos, la gente de comunicación. Porque en mil novecientos setenta y uno –y quiero hacer una cita importantísima para mi-, el Nobel Chileno Pablo Neruda, pronunció las siguientes palabras: "Todos los caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia: de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común."Quiero recalcar que en esta búsqueda de nuestro destino, nos encontramos con numerosos obstáculos. Vivimos en carne propia la revolución pingüina, demostrando de paso que, contra todas las expectativas, los estudiantes y la primera generación de los noventa sí tenían algo que decir y el deber de luchar por lo que es justo, para ellos y para las generaciones que siguen. Vivimos y luchamos como espartanos dos veces, en dos evaluaciones SIMCE, y salimos victoriosos, demostrando de paso nuestra valía y nuestro esfuerzo. Y hace unos días, izamos el estandarte de nuestro conocimiento y habilidades para la batalla más importante de todas, la Prueba de Selección Universitaria. Con la valentía del soldado que ansía la victoria para volver a casa con orgullo de estar vivo, y como declamaron nuestros profesores, con el lápiz grafito en ristre y nuestras neuronas alerta, luchamos dos días y –tengo fe de ello- nuevamente venceremos. El día veintidós, traeremos a casa la cosecha de nuestra constancia, de nuestro trabajo siempre extenuante, de seis años que de ningún modo han pasado en vano.Dirijo mis palabras ahora, a la gente responsable de todos estos logros tan maravillosos: los profesores de nuestro liceo. Son solo ustedes los transmisores de ese espíritu de superación, de todas esas herramientas y habilidades, del conocimiento de cientos de años en la Ciencia y el Humanismo, y son los que de verdad hicieron este milagro posible, aguantándonos, perseverando en cada clase. A ustedes les digo que no desfallezcan, que la enseñanza es su propio desafío, y que las generaciones que vienen esperan la misma responsabilidad que ustedes tuvieron con nosotros. Y tengan en cuenta que muchos de nosotros los tenemos como modelo de dedicación, y seremos sus colegas en un futuro no muy lejano. A todos, decirles que los tenemos dentro de nuestros corazones como nuestros segundos padres y amigos, y esperamos lo mejor en sus vidas.Quiero también enviar un mensaje a nuestras autoridades, educacionales y de gobierno. Nuestro liceo, con sus logros y proezas en corto tiempo, es el fruto de la educación pública chilena. Tenemos seis años de historia y ya tendremos puntajes nacionales en la PSU. Por otra parte, somos un proyecto que siempre fue observado y criticado. A nuestras autoridades, quiero decirles que la calidad que demostramos, la llevamos en el pecho grabada a sangre y fuego, y representa la confianza en el talento del estudiante chileno. Y no me refiero a una singularidad como ésta, si no que a toda la educación pública de nuestro país. Porque como desde el barro, el polvo y las pichangas de barrio nacen los mejores futbolistas, desde nuestro esfuerzo honrado y esperanzador salen los mejores estudiantes. Es por eso que su trabajo y voluntad, pero por sobre todo su confianza, debe estar en nosotros y en los que vienen, verdaderos hijos de la educación pública.Para terminar, quiero referirme al futuro de todos. Hemos terminado un ciclo, y nos preparamos para comenzar el que sigue, donde nos transformaremos en hombres de verdad, trabajaremos y seguiremos estudiando, exploraremos más a fondo nuestros talentos, esos que descubrimos y construimos en conjunto. Quiero decirles que no hay por qué temer, pues hemos crecido inevitablemente; nos hemos vuelto sabios en nuestra temprana juventud. Pero quiero mencionar también los lazos que creamos a lo largo de tanto tiempo de convivencia, quiero recordarles que esta amistad, que nació de las cosas simples y de la voluntad en común, es para toda la vida, y nunca se les puede olvidar. A todos y cada uno de ustedes, desde mi condición de estudiante, pero por sobre todo desde mi condición de humano, hermano y amigo, les deseo lo mejor en sus vidas. Y que sepan que lo que hemos vivido juntos en el Liceo Nacional no se olvidará jamás. Y como dijo alguna vez Charles Chaplin: "Luchemos por el mundo de la razón, un mundo donde la ciencia, el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad".
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